¿Qué es la fatiga pandémica?

Martes 23 de Marzo de 2021

Poco podíamos imaginar hace un año que la vida nos iba a poner a prueba de la manera en la que lo ha hecho. Un giro de 180º al que aún no hemos acabado de adaptarnos y que ya ha empezado a hacer estragos en nuestra salud mental. La fatiga pandémica empieza a forma parte de nuestro día a día y, para abordarla, qué mejor manera de hacerlo que a través de una entrevista a Juan de Dios Serrano Rodríguez (@psicojuande) que, gracias a tu dilatada formación y experiencia en Psicología Clínica y Psicoterapia, va a intentar arrojarnos algo de luz sobre el tema. ¡Os invitamos a leerla y a reflexionar sobre todo lo que nos dice!

Mucho se está hablando de la fatiga pandémica en las últimas semanas. Desde un punto de vista psicológico, ¿qué es exactamente?

La pandemia nos sumerge en un contexto donde confluyen tres aspectos de la realidad que nos generan mucho estrés: estar ante una situación nueva y desconocida, percibir la amenaza real externa que genera miedo e incertidumbre y tener la sensación de pérdida de seguridad, control y frustración sobre la vida. Se añade a todo ello todas esas preocupaciones personales, laborales y sociales sobre los asuntos de la vida que se quedaron en stand-by.

Todo ello genera una predisposición natural, y necesaria, de estado de alarma en nuestra psicobiología que, sostenida durante un tiempo, nos fatiga. Esto influye directamente en nuestro bienestar a través de tres sistemas interrelacionados: nuestro sistema nervioso, con ansiedad, pánico, obsesión y depresión; nuestro sistema endocrino, subiéndonos los niveles de cortisol y bajándonos las endorfinas (serotonina y dopamina) responsables de la satisfacción, relajación y bienestar; y nuestro sistema inmunológico, que ante tanto estrés queda debilitado, bajándose así las defensas naturales del cuerpo.

De tal manera, la fatiga pandémica se asocia con un efecto psicobiológico muy negativo y con una alta prevalencia de problemas psicológicos. Síntomas disruptivos generales, trastornos emocionales, depresión, ansiedad, distrés, bajo estado de ánimo, insomnio, irritabilidad y la peligrosa apatía son las consecuencias de un agotamiento fatigado tras un año de convivencia con el maldito COVID-19.

Quizás, esta fatiga pandémica nos haga recordar que la salud no es solo la ausencia de enfermedad física; es la gestión adecuada de lo que pensamos, de lo que sentimos y de lo que hacemos. Realidad que hace fundamental garantizar que se implementen medidas psicológicas eficaces de mitigación, como parte del proceso de planificación y afrontamiento resiliente ante una pandemia que ha puesto a prueba nuestra inevitable vulnerabilidad. 

¿Hemos llegado al límite de aguante psicológico?

Tras casi un año ya de la aparición del COVID-19, cada vez son más las personas desencantadas con todo que caen en la desesperación de la nada; viviendo desde hace tiempo prácticamente en un aislamiento -y no solamente físico- sino también en una perniciosa alienación respecto a su propia vida, viviendo mentalmente confinadas y, por ende, con una infección psicológica que altera significativamente su bienestar.

Y aunque hemos pasado por muchos estados emocionales muy intensos durante los últimos meses, no nos hemos preparado, ni nos han preparado, psicológicamente para lo que estamos viviendo y nos queda por vivir.

Como ocurre en los Trastornos de Estrés Postraumático, las disfunciones psicológicas, los síntomas y las secuelas aparecen entre tres y seis meses después del inicio de una pandemia.

Son las consecuencias inevitables de una situación de estrés sostenida durante el tiempo por el miedo, la incertidumbre y la frustración. Así nos lo revela ya el informe en octubre de 2020 de un estudio sobre salud mental realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en siete países, donde se muestra que un 51% de las personas encuestadas para esta investigación considera que la pandemia de COVID-19 ha incidido de manera negativa en su salud mental. Es decir, afecta a la funcionalidad psíquica en una de cada dos personas.

Por todo eso, a la crisis derivada del COVID-19 habría que añadir la crisis en salud mental que se denota ya en un alto porcentaje de la población. 

Fatiga Pandémica (I)_Farmacia I+

¿Crees que todos vamos a padecerla en algún momento o puede haber quienes se escapen de ella?

Dependerá, como todo en la vida, de la actitud que se asuma. Porque realmente a un nivel psicológico no nos afecta lo que nos pasa, sino lo que no decimos sobre lo que nos pasa. Ya que las fuerzas que escapan a nuestro control nos lo pueden quitar todo excepto la última de nuestras libertades: la libertad de elegir cómo responder a cada situación que nos toque vivir.

Ahora, más que nunca, toca escucharnos nuestras emociones, no reprimirlas ni bloquearlas de manera antinatural y desadaptativa. Ahora son ellas las que nos pueden infectar si no las gestionamos de manera adecuada o si las alimentamos tóxicamente.

Ahora no toca instalarse en la queja. Ahora no toca rumiar obsesivamente los pensamientos que no construyen, que tan solo nos derrotan y dan espacio a actitudes diabólicas que nos disgregan el cuerpo y la mente, que afectan exponencialmente a nuestra salud física, psíquica y espiritual.

Ahora no es el momento de preocuparte tanto por lo que no puedes hacer, por lo que vendrá en un futuro. Ahora es el momento de focalizar toda tu atención y energía en ocuparte por lo que sí puedes hacer. Ahora toca disciplina, responsabilidad y confianza. Ahora toca comprensión, solidaridad y flexibilidad.

No estamos parados, estamos reparando por nuestra salud personal y social. Si te estás tomando esta pandemia como una pausa obligada, entonces estás alimentando brutalmente tu miedo, tu desesperanza y tu indefensión.

Cuando el pensamiento y las emociones tóxicas toman las riendas de nuestra vida, al quedar la voluntad y la autodeterminación secuestradas por la toxicidad, la persona no puede decidir sobre su salud y su bienestar. Por eso, ahora más que nunca precisamos de mucha inteligencia emocional o de ser emocionalmente inteligentes para no enfermarnos en nuestra condición psicofísica y, por ende, existencial.

Hay personas que pueden enfermar por el simple hecho de pensar que pueden enfermar. El miedo extremo pierde su función prudencial y nos lleva a la paralización tan contagiosa como cualquier otro virus.

¿Cómo podemos conseguir momentos de serenidad mental ante la situación que estamos viviendo?

Para empezar, hay que realizar un autocuidado explícito, hay que darse espacio, aprovechar la vida. Seguir viviendo, cuidándonos de las nuevas amenazas, pero sin postergar nada que queramos hacer, porque siempre habrá alternativas si movilizamos nuestros recursos psicológicos adaptativos.

De ahí esa urgencia de deshacernos de la inhibición, de estar en modo de espera. No podemos pensar eso de “ya lo haré cuando esto acabe”, que entonces pondremos en marcha nuestros proyectos, porque eso tan sólo nos deja más desamparados.

Por otro lado, no podemos permitir que nuestra psique, a través del pensamiento, la emoción y la conducta nos haga daño. Ya que las emociones tóxicas, las ideas, los pensamientos, las creencias limitantes y derrotistas junto a las conductas y comportamientos irracionales e ilógicos nos precipitan hacia un estado estresante intenso y extremo que afecta tanto a las defensas de nuestro cuerpo como al estado de ánimo de nuestra mente.

Por ello, ahora más que nunca es necesario nuestro esfuerzo psicológico. Debemos reducir el cortisol y subir la serotonina y dopamina como endorfinas que son para nuestra mente y cuerpo precursoras del estado de bienestar.

Nos tenemos que marcar el objetivo emocional de liberar y expresar las emociones para fortalecer todos nuestros sistemas psicobiológicos para que no se sobresaturen. Nos tenemos que marcar el objetivo mental de focalizar la atención en lo saludable, en ese conjunto de actividades gratificantes para sentirnos mejor y más proactivos para ocuparnos de la situación que nos acontece y no reducir nuestras estrategias a ser meramente reactivos con lo que nos está pasando.

Cierto es que cada “maestrillo tiene su librillo”, pero yo recomiendo un conjunto de actividades o situaciones que podemos llevar a cabo para gestionar y manejar lo que nos está pasando con inteligencia emocional que nos permita responder con resistencia en nuestro presente y resiliencia para nuestro futuro. Mis recomendaciones son:

- Mantener y cuidar los vínculos afectivos. El apoyo de los que queremos y nos quieren se hace necesario incentivarlo para ese abrazo virtual que todos precisamos en estos días.

- Ejercicio moderado. La actividad física diaria es una de las mejores medicinas naturales con la que contamos para la salud mental y corporal.

- Contacto con la naturaleza. La conexión con la naturaleza –algo que ahora tenemos limitado- es algo que tenemos que ofrecer a nuestra psique. 

- Y una manera que también es efectiva es a través de la imaginación, la visualización y la recreación, abusando así del hecho de que nuestro cerebro no distingue lo real de lo imaginario para responder neurológicamente en crear estados en nuestra mente de sugestión y en nuestro cuerpo de relajación y bienestar (endorfinas en la mente).

- La flexibilidad mental. Por fin nos damos cuenta que las ideologías también nos matan, que la rigidez y tener la razón no nos da la felicidad. Descubrir que la felicidad reside en ser flexibles con nosotros mismos, con los demás y con la vida.

- La música, el arte, la poesía. Medicinas para el alma, ya que tanto las canciones preferidas como los poemas nos llevan siempre a subidones de nuestras emociones, lo cual las hace ventilar y dar espacios para cantarlas, danzarlas y expresarlas. Dejar que, de forma libre y a través de la expresión corporal, se ventile la emoción contenida, ya sea la tristeza, la ira, el miedo o la alegría.

- Escribir, narrar, hablar. A través del lenguaje escrito y simbólico es otra de las maneras con las que contamos para reordenar pensamientos y emociones que nos suceden estos días. Y encima contamos con las Redes Sociales como escenario para compartir lo que nunca debemos de perder.

- Actividades lúdicas. El juego como expresión de nuestros sueños, nuestras proyecciones y nuestras pasiones que siempre nos permite seguir aprendiendo de una manera divertida.

- Mindfulness cotidiano. La atención plena en cualquiera de sus formas que nos llevé a tomar conciencia de lo que estamos haciendo en ese momento nos ayudarás a ocuparnos y no preocuparnos.

- El sentido del humor. Siempre, pero sobre todo ahora, hay que tomarse la risa muy en serio. Las sonrisas que tantas endorfinas nos regalan para una vida alegre a pesar de todas las adversidades.

Todas estas actividades nos ayudan a protegernos psicológicamente de está gran adversidad que todos estamos compartiendo y nos preparará de manera creativa y resiliente para el cambio venidero de nuestra manera de habitar este mundo.

Y algo muy importante, no podemos estar pensando en confinamientos de quince días continuos que están abocados al fracaso, sino pensar que este virus nos cambió la vida y que nuestra capacidad psicológica de adaptación nos tiene que llevar a formas de habitar este mundo a través de diferentes alternativas, como por ejemplo el teletrabajo, la seguridad del aire que respiramos o el aumento de la higiene en las manos y en lo que tocamos.

Hay que seguir adelante, hay que hacerlo junto a los demás, porque este asunto nos toca a todos, y esa es la única salida que nos queda. Tenemos que seguir adelante con nuestros proyectos, encontrándonos con los demás, disfrutando de todo lo que podamos disfrutar con las precauciones y adaptaciones necesarias.

Fatiga pandóemica (II)_Farmacia I+

¿Crees que a nivel psicológico esta pandemia va a reportarnos algún tipo de beneficio?

Este virus y su epidemia nos impone esta parada en seco, esta pérdida dolorosa y esa reflexión inevitable de qué estamos haciendo con el regalo de la vida.

Hoy, después de un año de pandemia, ya sabemos que la vida va en serio: es comer con una amiga en una terraza, poder abrazar a nuestros padres, besar a nuestros amores, disfrutar de la piel amada, ir de librerías, tomar el sol en la playa, ver una película compartida, bailar en un concierto de rock, perderse por una ciudad desconocida, subirse a un tren sin destino…

Por eso, cuando la normalidad regrese, el beneficio será que le exigiremos menos cosas y nos centraremos en los pequeños detalles cotidianos.

Porque es ahora cuando nos damos cuenta de dos cuestiones esenciales para recuperar la humanidad pérdida: que todos somos vulnerables, lo cual no nos hace más débiles sino más fuertes para discernir lo esencial de lo circunstancial en la vida al ser conscientes de nuestra condición limitada; y la interdependencia que tan necesaria se hacía ya para paliar los estragos individualistas a los que la soberbia autosuficiencia nos estaba llevando.

Esta pandemia nos manda un mensaje claro: la pertenencia a un colectivo interdependiente, que lo que uno hace tiene su consecuencia en el otro, que la única manera de salir de ésta es la suma de cada individuo; de la importancia de la solidaridad, de la ayuda recíproca e incluso de ese egoísmo inteligente que hace que los demás puedan estar muy bien para que yo pueda estar bien. De ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros. La corresponsabilidad interdependiente: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean y que tú dependes de ellos.

En mi caso, me gusta pensar que quizás sea nuestra misma naturaleza la que intenta reequilibrarnos, corregirnos de nuestras propias equivocaciones individualistas, hacernos conscientes de que todos somos vulnerables, de que somos animales de abrazos, de que la interdependencia es el mejor modelo para vivir la vida, de que lo que no se comparte se pierde y de la paradoja de que nos tomamos tan en serio la vida que se nos olvida aquello de que la vida iba en serio. Y la absurda constatación de esta paradoja reside en ese miedo a morir(se) cuando lo triste será siempre no saber vivir(se) en las circunstancias que nos tocó vivir.